MariaRectWM

 

Si yo fuera periodista, probablemente no hubiera comenzado a escribir estos artículos con la alegría y entrega que lo hice, o al menos, supongo que una porción grande de expectativa y preocupación me hubiera acompañado. Cuando una no se juega ni el prestigio ni el sueldo en lo que hace, está más cerca de sentirse libre al hacerlo. Esto me hace comprender por qué en ocasiones, directores o diferentes profesionales, que considero con calidad y compromiso, prefieren trabajar con gente “que no se dedica a esto” alegando que con ello ganan en espontaneidad y “vida”.

Entiendo que cuando acudimos a pruebas o ensayos, estamos deseosas de “hacerlo bien”, de encontrar y dar aquello que están buscando, de acertar con algo que acabe en una respuesta afirmativa y un trabajo, por fin, de actriz o actor. Hay mucho en juego, y eso nos hace cargar el momento con un montón de presiones que, dificilmente, van a ayudar a que la vida fluya de forma creativa.

La espontaneidad, segun la RAE, es la “expresión natural y fácil del pensamiento.” Nada menos. No sé a vosotros, pero a mí a veces me cuesta expresar con facilidad natural mis pensamientos en situaciones cotidianas, no digamos en un lugar en el que me juego tanto.

No estoy de acuerdo en que un actor no pueda ser tan o más espontáneo que alguien que no se dedica a esto. En absoluto. Sólo creo que a veces confundimos la espontaneidad con el dejarnos llevar. Ahora parece más importante gustar a los directores de casting, productores, directores, etc, que contar historias que tengan interés especial para los implicados. Ahí es donde creo que se produce la confusión. Si nos dejamos llevar por gustar al personal de mando, lo que espontáneamente va a salir, será más o menos acertado según las necesidades de reconocimiento de los susodichos, y probablemente, algo un pelín patético que todos conocemos por haberlo transitado en algún momento.

El malabarismo al que nos enfrentamos no es moco de pavo. Teniendo lo anterior en cuenta, lo suyo sería, además, mantenernos concentrados en la vida y la historia que estamos contando, y sobre eso, dejar que fluya nuestro pensamiento de forma natural y fácil. Por eso es importante estar enamorados de lo que hacemos. Si no nos apetece contarlo con todo el corazón, ¿pa qué?

Cuanto más generosos seamos con lo que nos sucede, más cerca estaremos de la espontaneidad. Cuanto más permiso nos demos para crear, cuanto más honestos seamos en cada momento, mayor será el grado de verdad que mostramos. Cuando crezca tanto la valentía que anule el miedo a cagarla, más ricos saldremos de cada experiencia.

(Publicado en Revista Godot. Octubre 2015)