EduardRectWM

 

Como si se tratase de un dogma religioso, “menos es más” se escucha en muchas escuelas y en muchos rodajes acompañando a una nota de dirección, para recordarnos a los actores una especie de máxima incuestionable. No sé qué ocurrirá por ahí, pero yo nunca he sabido muy bien qué hacer con ella. Recuerdo mi primera prueba para una peli, donde esa fue prácticamente la única nota que me daban, y creo que a medida que avanzaba, se me iba quitando la fuerza y me iba transformando en una seta parlante. Por supuesto, no conseguí ese papel. Cuando quitamos y quitamos, la cosa acaba por quedarse en nada, y eso no es interesante para nadie. Así que sobre algo que apenas tiene gesticulación, empieza el trabajo de rellenarlo de vida. Porque a la vez que te piden “menos”, esperan que lo que dices sea importante para ti y, además, tenga chicha. Con el paso del tiempo y los trabajos, he concluido que quieren menos gesto y más intensidad en la cara, a ser posible en los ojos. Hasta me fascina la frase “tensión ocular” que circula en algunos rodajes. De hecho, eso es lo que se ve en algunos trabajos, mucha tensión en los ojos, y muy poca historia que la sostenga.

Independientemente del vocabulario que usen directores o realizadores, creo que estaría bien estar preparados para afrontar el dogma, porque aparece muy a menudo. Nadie discute que de una montaña de euros, si vas quitando, te quedas con menos euros, y en ese sentido es claro que “menos no es más”. Pues aquí es igual, lo que se nos pide es que en lugar de tener 20, 50, 100 o 500 monedas de euro, lo que tengamos sean billetes. Es una imagen prosaica pero creo que ejemplifica bien el asunto. El valor puede ser enorme, pero el formato es diferente. Cuando se nos pide menos, generalmente se nos pide concentrar la información, no vaciarla. Como si dejásemos salir el agua de una presa por un hilito. Habrá quien quiera que se desborde, quien quiera cascada y quien quiera hilito. Por supuesto la potencia del agua cambia según el agujero de salida, pero la presión y la cantidad de agua que hay detrás no varía. Así que aconsejo hacernos diestros en el manejo de nuestro propio embalse para decidir cómo dejar salir en función de lo que se nos pida, pero nunca vaciarlo.

No digo esto para que andemos enmendando la plana a quien nos dirige, sino para encauzar una nota que, aunque esté muy de moda, creo que hace un flaco favor a las historias que contamos.

(Publicado en Revista Godot. Mayo 2015)